Jonathan Harker viaja a Transilvania para cerrar un negocio inmobiliario con un misterioso conde que acaba de comprar varias propiedades en Londres. Después de un extraño viaje, Harker es recogido por un siniestro carruaje que le lleva, acunado por el canto de los lobos, a un castillo en ruinas. Es el inquietante principio de esta novela magistral que alumbró uno de los mitos más populares y poderosos de todos los tiempos: Drácula.
La fuerza del personaje ha eclipsado a lo largo de los años la calidad, la originalidad y la rareza de la obra de Bram Stoker, sin duda una de las últimas y más estremecedoras aportaciones a la literatura gótica anglosajona. Bram Stoker escribe esta novela en forma de diarios y cartas que los personajes principales van intercambiándose. Drácula es uno de los personajes más conocidos del terror gótico.
El autor
Hijo de Abraham Stoker y de la feminista Charlotte Thornley, de familia burguesa, trabajadora y austera, cuya única fortuna eran los libros y la cultura. Su precaria salud lo obligó a llevar a cabo sus primeros estudios en su hogar con profesores privados, ya que estuvo sus primeros siete años de vida en cama por diferentes enfermedades mientras su madre le contaba historias de fantasmas y misterio que luego le influirían. En 1864 estudió en el Trinity College. Años después trabajaría como funcionario en el Dublin Castle y como crítico teatral en la publicación “Dublin Evening Mail”, incluso realizó varias obras teatrales publicadas en diferentes periódicos.
En 1878, Stoker se casó con Florence Balcombe, una antigua novia de su amigo Oscar Wilde, con la que tuvo un hijo, llamado Noel. En 1890 publica su primer libro, “Las obligaciones de los escribanos en los Tribunales de Primera Instancia de Irlanda” (1879), al que seguirían otros como “El desfiladero de la serpiente” (1890), “Crooked Sands” (1894), “Miss Betty” (1898), “La joya de las siete estrellas” (1903), “La Dama del Sudario” (1909) o “La madriguera del gusano blanco” (1911).
Bram Stoker fallecería a causa de la sífilis, el 20 de abril de 1912, a los 64 años. Murió en una humilde y pestilente pensión de Londres y en sus últimos minutos de vida no paraba de señalar a una esquina de su habitación mientras una y otra vez pronunciaba: “Strigoi”, palabra que en rumano significa vampiro, el ser que tanto había investigado y perseguido para su obra Drácula.